El clima y las condiciones ambientales afectan a nuestra piel, alterando su necesidades de hidratación, nutrición y protección.
Y es que con el frío, la circulación se ralentiza para intentar mantener el calor. Esta vasoconstricción puede comprometer la llegada de nutrientes y de oxígeno.
Hay que sumar que el frío deteriora nuestro escudo protector, el manto hidrolípidico, pudiendo provocar deshidratación, sensibilidad, sequedad, tirantez, irritación, descamación, y en los casos más extremos, envejecimiento prematuro.
Por ello, es muy importante reforzar nuestras rutinas diarias de cuidado de la piel:
- Limpieza hidrante: la regeneración celular puede ralentizarse, por lo que hay que ayudar a nuestra piel a eliminar las células muertas.
- Hidratación para mantener nuestro escudo protector.
- Protección solar: aunque estemos en invierno, siempre debemos proteger nuestro rostro de las radiaciones solares.
En invierno es fundamental reforzar la nutrición para conseguir una piel bonita.